martes, 11 de noviembre de 2014

Brisas

Las gotas de sudor recorren su espalda hasta llegar a la parte baja. Pasa su  mano por la frente una vez más, en un vano intento de alejar el calor.
Levanta la mirada, y el sol, ese sol amarillo y gigante,  la enceguece.
El mar ruge delante.
La brisa llega por su costado izquierdo, levantando su cabello chocolate que se mete en sus ojos, en su boca.
Levanta aún mas la mirada, una pequeña sonrisa se dibuja en su labios. Quiere levantar los brazos, y creer que vuela, que el viento que la golpea, es el viento del cielo, de los pájaros. Quiere volar.
Mira hacía atrás, y el muelle ya va quedando vacío. El sol está cada vez mas cerca del mar, cerquita. Otra ráfaga de viento la golpea, y otra, y son dos, una por el izquierdo, otra por la espalda.
Y deja el miedo, la vergüenza atrás; eleva sus talones y apoya su estómago en la baranda, cierra los ojos y levanta la mirada hacia el cielo. Abre sus brazos.
Y vuela.
El rugir del viento en sus oídos; golpeando su cara, sus brazos; llevando su pelo hacia sus pies.
Detrás de sus parpados, puede ver el color del sol acercándose al mar. Su sonrisa ya no es pequeña, es gigante, como la abertura de sus brazos, como el camino dispuesta a volar. Gigante como la vida, como su amor, como su alegría Gigante, gigante.

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